Sin duda, uno de los mayores placeres que puede obtener una persona es viajar, ver lugares, culturas... Cualquier cosa que llene nuestros ojos con imágenes diferentes a las que vemos en nuestro entorno habitual.
Sin embargo, eso puede ser tarea difícil para alguien acostumbrado a jugar.
Los usuarios de este medio de entretenimiento llevamos años visitando mundos espléndidos, paisajes imposibles y culturas distópicas que, pese a ser intangibles debido a la pantalla que las separa de nosotros, viven perpetuamente en el recuerdo.
Esto puede convertirse en un problema cuando viajas tres mil kilómetros para disfrutar las vistas de vete tú a saber dónde y piensas: "Ya he visto algo parecido, pero magnificado".
Podemos visitar ciudades con el mismo estilo arquitectónico que la Columbia de Bioshock, pero no estará surcando los cielos.
Podemos visitar el bosque más precioso del planeta, pero no encontraremos luciérnagas gigantes ni árboles que atraviesen las nubes.
Podemos visitar las ruinas de una civilización milenaria, pero no veremos criaturas que escupen fuego. No podremos aprender un nuevo hechizo con un pergamino desgastado.
Quizás esto convierta nuestro mundo en un lugar gris o poco sorprendente. Sin embargo, nos ha dado la imaginación, un medio de transporte para que viajemos a todas partes.

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